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6 de Agosto de 2025

Hablar de educación inclusiva en Colombia, es conversar sobre derechos, equidad y transformación social. Aunque en materia de marcos normativos, discursos institucionales y políticas de inclusión el país ha tenido un gran avance, la realidad aún sigue demostrando que al interior de las aulas, aún se presentan numerosos desafíos. En este artículo, analizaremos los principales retos que enfrenta la educación inclusiva en Colombia y cómo podemos afrontarlos desde uno de los ejes más importantes: la formación docentes.

Educación inclusiva: más allá de la integración

La educación inclusiva no se trata simplemente de generar procesos de integración de niños y niñas con discapacidades en un aula regular. Es importante entender que es un enfoque pedagógico y social que busca en primera medida, reconocer, valorar y responder a la diversidad humana en todas sus formas: discapacidades físicas o cognitivas, condiciones socioeconómicas, etnias, género, orientación sexual, entre otros factores.

Entender este modelo le apuesta de manera segura a la promoción de entornos de aprendizaje accesibles, participativos y libres de discriminación, donde todos los estudiantes pueden desarrollarse al máximo de su potencial.

Marco legal en Colombia

Aunque la brecha entre lo normativo y lo práctico sigue siendo un obstáculo considerable, es importantísimo reconocer los avances desarrollados, el país ha suscrito acuerdos internacionales como la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (ONU, 2006), y cuenta además, con leyes como la Ley 115 de 1994 (Ley General de Educación) y la Ley 1618 de 2013, que garantizan el derecho a la educación inclusiva.

Retos principales

Enumeramos algunos a los que consideramos hay que prestarles mayor atención hoy.

     1. Falta de formación específica para docentes

Uno de los principales retos quizás más visibles, es que muchos docentes no han recibido formación adecuada para atender la diversidad en el aula. De manera frecuente, no se sienten preparados para adaptar sus metodologías o evaluar a estudiantes con necesidades educativas especiales, lo cual termina generando frustración, e incluso, exclusión involuntaria.

     2. Infraestructura y recursos limitados

A pesar de los esfuerzos por adaptar espacios educativos, muchas instituciones al día de hoy, carecen de infraestructura accesible (rampas, baños adaptados, ascensores) y de materiales didácticos que respondan a la diversidad. Esta situación es de especial afectación a nivel territorial, ya que en zonas rurales o con menos recursos, este tipo de situaciones son todavía más prominentes.

     3. Barreras actitudinales y culturales

No es ajeno que aún persistan estereotipos y prejuicios que limitan la participación plena de ciertos estudiantes. Algunas comunidades educativas siguen percibiendo la diversidad como un problema en lugar de una riqueza pedagógica, esto teniendo en cuenta las limitaciones infraestructurales y de recursos.

     4. Falta de articulación institucional

En muchas ocasiones la falta de coordinación entre el Ministerio de Educación, las Secretarías de Educación, las universidades y los equipos interdisciplinarios puede ser causal de dificultad en el seguimiento adecuado de los procesos inclusivos. La inclusión requiere trabajo colaborativo y sostenido, no esfuerzos aislados.

Formación docente como eje transformador

Uno de los puntos importantes para que los futuros docentes cuenten con las herramientas y habilidades necesarias, es que las universidades incluyan componentes de educación inclusiva como eje transversal de sus programas formativos, especialmente licenciaturas. Es indispensable que este asunto no se trate como un módulo opcional o electiva, sino por el contrario, como un componente obligatorio del pénsum, que atraviese por completo la formación profesional de inicio a fin.

Fortalecer la formación continua y contextualizada

La capacitación no debe limitarse únicamente a la obtención del título de pregrado. Es fundamental la apertura de programas de formación continua que respondan de manera certera a los contextos específicos de cada región desde sus propias dinámicas internas. Por ejemplo, un maestro de La Guajira enfrenta retos totalmente distintos a uno de Bogotá u otra zona del país, y es precisamente allí, donde su actuar profesional debe reflejar esas realidades particulares.

Promover el trabajo interdisciplinario

Los docentes no pueden ni deben abordar la inclusión de forma aislada. Es vital fomentar el trabajo en equipo con otros profesionales: orientadores, psicólogos, terapeutas y familias, y de esta manera, crear redes de apoyo que enriquezcan en mayor medida, la práctica educativa.

Desarrollar competencias actitudinales

Más allá del conocimiento técnico y teórico, la educación inclusiva requiere de docentes empáticos, flexibles y sobre todo, abiertos al cambio. La actitud inclusiva se forma a partir de una reflexión crítica, vivencias y espacios de sensibilización.

Buenas prácticas, propuestas para avanzar

Gracias a un ejercicio reflexivo, destacamos algunos puntos necesarios para trazar la ruta segura hacia la educación inclusiva.

Escuelas que aprenden de la diversidad

Algunas instituciones en Colombia ya están o han implementado prácticas inclusivas exitosas: adaptaciones curriculares, uso de TIC accesibles, aulas multigrado y estrategias de aprendizaje colaborativo son algunas apuestas en vigencia que apoyan el trabajo por extender la accesibilidad en educación en contextos y necesidades diversas; sin embargo, se hace necesario visibilizar estas experiencias para replicarlas en otras realidades según sus necesidades.

Enfoque inclusivo en políticas educativas

Las políticas deben contar con presupuestos definidos e inamovibles, seguimiento y evaluación, es decir, en este punto la participación gubernamental es clave, ya que requiere un compromiso fortalecido para lograr una educación que no excluya a nadie.

Escucha activa a las comunidades

Diseñar estrategias sin conocer las voces de los estudiantes, docentes y familias suele ser un error grave, y como resultado la generación de propuestas suele ser poco efectivas. Es así como apostar por la participación activa de todos los actores educativos es esencial para lograr transformaciones reales. La educación inclusiva no es una utopía ni una responsabilidad exclusiva del docente, por el contrario, es una tarea colectiva que interpela a toda la sociedad. En Colombia, los desafíos todavía son grandes, pero también lo son las oportunidades de cambio. Si apostamos por una formación docente integral, contextualizada y comprometida con la diversidad, estaremos dando pasos firmes hacia un sistema educativo verdaderamente inclusivo. Porque una educación inclusiva es una escuela transforma vidas y crea oportunidades, y cada docente, es un agente de transformación social.

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